Rokovoko. Una isla muy lejana hacia el oeste y el sur. No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca. Hernan Melville.

jueves, 22 de abril de 2021

Andrea Dworkin, feminista radical


 

Andrea Dworkin es una de esas autora de las que te cambia la vida. 

Nació en Nueva Jersey en 1946, en el seno de una familia judía. El compromiso político le vino de familia, sobre todo de su padre, profesor socialista, y desde muy joven empezó a participar en movilizaciones a favor del aborto y de la contracepción y en contra de la guerra de Vietnam. En una de estas protestas, en 1965, fue detenida e internada en una cárcel de mujeres donde sufrió un trato vejatorio por parte de los médicos, hecho más tarde denunciaría públicamente. 

Fue una de las experiencias que la encaminó hacia el feminismo, aunque no la más importante. La experiencia decisiva llegaría pocos años después, en Holanda, donde se mudó tras graduarse en Literatura en 1968. Allí se casó con un hombre que la maltrataba y para huir de él se vio obligada a vivir un auténtico calvario, llegando incluso a tener que prostituirse para lograr recursos con los que volver a EEUU. 

En este contexto, Andrea encontró la ayuda de algunas feministas y entró en contacto con los textos de las pioneras de la segunda ola, por ejemplo escritos de nuestra matrona y salvadora, de quien somos feligresas, Kate Millett, y textos del resto de genias y pensadoras que hemos estado recordando estas semanas atrás. 

Cuando por fin consiguió regresar a Nueva York, en 1972, su compromiso feminista ya era firme. Dos años después publicaría su primer libro sobre teoría feminista, Odiando a la mujer, en el que analiza cómo la ideología patriarcal y la idea de subordinación de la mujeres impregna todos los artefactos de nuestra cultura, desde los cuentos infantiles hasta el porno.

El tema del porno fue de hecho el que más la ocupó como activista y como intelectual. En 1981 publicó Pornografía, hombres poseyendo a mujeres. Su obra más famosa. Un libro en el que denuncia que la industria pornográfica es un ámbito preferente de violencia contra las mujeres y donde demuestra que el porno tiene efectos sociales nocivos porque erotiza la sumisión y la humillación de todas las mujeres, perpetuando la violencia hacia nosotras. 

Andrea participó en muchas iniciativas contra la pornografía en Estados Unidos, a menudo en colaboración con otra feminista muy conocida, Catharine McKinnon. Intentaron por ejemplo promover reformas legales para frenar los abusos en la industria del porno y limitar su la visibilidad, aunque no tuvieron mucho éxito porque realmente había y hay muchos intereses en el mantenimiento de la pornografía.

Andrea escribió multitud de libros, incluidas varias novelas y unas memorias, pero solo voy a mencionar aquí dos más:  Mujeres de derechas, de 1983, y El coito, de 1987. En el primero analiza por qué muchas mujeres se ven atraídas por discursos conservadores que van contra su propia emancipación. Concluye que es clave el miedo que el patriarcado nos mete en el cuerpo a las mujeres, que nos puede llevar a renunciar a cierto grado de libertad a cambio de obtener la protección de los varones.

En Intercourse, el libro sobre el coito, explica cómo el sexo heterosexual es opresiva, y cómo está impregnado de una ideología de posesión y dominación sobre las mujeres. Especialmente el acto de la penetración, que culturalmente se presenta además como la práctica sexual normativa por excelencia. Este texto fue muy malinterpretado, llegándose a acusar a Dworkin de defender que todo el sexo es violación, a pesar de que ella misma denunció muchas veces que esa lectura era incorrecta.

La verdad es que Andrea Dworkin fue denostada en mil ocasiones. Se la convirtió en el paradigma de esa idea rancia de que las feministas somos feas, gordas y amargadas, que odiamos a los hombres porque no conseguimos follar, y por eso, además, nos hacemos lesbianas -porque Dworkin era lesbiana-. Gran parte de la izquierda y de las feministas prosexo fueron también crueles con ella, la tacharon de loca e incluso de fascista, acusándola de estar conchabada con la derecha. 

Fueron críticas fieras e injustas, que se centran en coincidencias puntuales del pensamiento de Dworkin con visiones conservadoras en temas como la pornografía y pasan convenientemente por alto los muchísimos asuntos en los que se enfrentó directamente a la derecha.

¿Os suena eso de tacharnos de mojigatas y de moral religiosa por estar en contra del porno y la prostitución? ¿Os suena eso de estar en contra de algo perjudicial para las mujeres y que te comparen por partidos fachas porque ellos están en contra por motivos rancios y equivocados? Pues Andrea sabía mucho de eso.

Después de muchos problemas de salud, Andrea Dworkin falleció en 2005, con solo 58 años, de un fallo cardíaco. Últimamente su figura se ha rehabilitado mucho y estamos viendo que sus análisis fueron bastante certeros: su libro Right Wing Women: (Mujeres de Derechas), por ejemplo, ayuda a entender parte del fenómeno Trump, las posturas sobre los abusos sexuales que defendió en multitud de artículos y discursos se han revalorizado a la luz de todo el Movimiento #MeToo, etc.  

Y pese a ello, tengo que deciros que incomprensiblemente Dworkin no está traducida oficialmente al castellano. Ni uno de sus libros está disponible para poder adquirirlos. Sólo podéis encontrar alguna traducción parcial hecha por compañeras traductoras en internet, pero poco más. Esperemos que alguna editorial tome nota y lo remedie pronto. Porque Andrea está más viva que nunca, y la necesitamos. En su memoria fue el programa número 87 de Radiojaputa. 

radiojaputa.com

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario