No deseo abrir la boca
¿A qué podría cantar?
A mí, a quien la vida odia,
tanto me da cantar que callar.
¿Acaso debo hablar de dulzura
cuando es tanta la amargura que siento?
Ay, el festín del opresor
me ha tapado la boca.
Sin nadie a mi lado en la vida
¿a quién dedicaré mi ternura?
Tanto me da decir, reír
morir, existir.
Yo y mi forzada soledad
con mi dolor y mi tristeza.
He nacido para nada.
La llegada del régimen talibán a Afganistán ha encendido todas las alarmas respecto a los derechos de las mujeres, aniquilados hace dos décadas durante el antiguo gobierno integrista islámico. Es por ello que estos días se ha hecho viral en las redes un poema de la afgana Nadia Anjuman, fallecida en el 2005 a causa de una paliza propinada por su marido y la familia de este, un suceso que no llegó a tener una resolución clara de la justicia, más allá de que el esposo pasara apenas un mes en la cárcel.
Pocos meses antes de su muerte, Anjuman había publicado con gran éxito en su país el poemario ‘Gol-e-Duda’ que podría traducirse como ‘Flores ahumadas’. La suya fue una poesía testimonial en la que autora vertía sus ansias de libertad y que rápidamente captó la atención de lectores y lectoras por su lenguaje moderno y nada afectado, kilómetro cero de la nueva poesía en su país. Ahora, cuando dentro y fuera de Afganistán se tienen las peores expectivas para los derechos femeninos el comprometido poema ha vuelto a cobrar actualidad.
Anjuman nació en Herat en 1980 y se graduó en la escuela secundaria. Apasionada de la literatura, durante el régimen talibán asistió a clases clandestinas de poesía en un formato que de puertas para afuera era aparentemente una escuela de corte y confección. Más tarde estudió Literatura persa en la Universidad de Herat. Anjuman sintió un profundo compromiso con la poesía, a pesar de los riesgos que siendo mujer le suponía la escritura.
Malos presagios
“Desde que tengo memoria”, escribió, “he amado la poesía, y las cadenas con las que seis años de cautiverio bajo el régimen talibán me ataron los pies me llevaron a entrar vacilante en la arena de la poesía. El estímulo de amigos que pensaban como yo me dio la confianza para seguir este camino, pero incluso ahora, cuando doy el primer paso, la punta de mi pluma tiembla, como lo hago yo, porque no me siento a salvo de tropezar en este camino, cuando el camino por delante es difícil y mis pasos son inestables ".
En sus poemas, Anjuman parece anticipar su propio destino y fama póstuma, ya que su trabajo es hoy la bandera del movimiento feminista afgano. Murió a los 25 años, posiblemente porque su marido consideró su trabajo como deshonroso para su familia. Dejó una niña de pocos meses.
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foto La poeta afgana Nadia Anjuman. /