Rokovoko. Una isla muy lejana hacia el oeste y el sur. No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca. Hernan Melville.

jueves, 16 de diciembre de 2021

bell hooks, El feminismo es para todo el mundo


 

Su verdadero nombre es Gloria Jean Watkins, pero entrará en los libros de historia como bell hooks, así, en minúsculas, que es como pretende pasar ella por la vida para que lo que destaque no sea su figura, sino sus ideas. Y cuando entre en esos libros durante tanto tiempo vetados a las mujeres habrá logrado un triunfo mayúsculo, porque su lucha feminista no será teoría: será resultados.

Gloria Jean Watkins nació en un pequeño pueblo de Kentucky, Hopkinsville, en 1952. Media docena de hermanos (cinco chicas y un chico), un padre con un ajustado sueldo de vigilante, una madre ama de casa y una experiencia poco agradable en un instituto integrado plagadito de blancos (tras el paso por una escuela segregada) le hicieron tomar conciencia de que el lugar que le había sido asignado en el mundo no le iba a poner las cosas fáciles: negra, pobre y además mujer. Si en casos como el suyo el orden de los factores altera o no el producto es algo sobre lo que Gloria Jean, doctorada en Lengua Inglesa con una tesis sobre Toni Morrison, sigue reflexionando y, armada (y anclada) con el bagaje de bell hooks, escribiendo.

Porque bell hooks es un alias y un arma. Resulta de la combinación de las letras de los nombres y apellidos de su madre y su abuela, y la posiciona en el mundo y le da una perspectiva de análisis fundamental en su obra: la vivencia.

 

GRITO CONTRA LA OPRESIÓN

Casi dos décadas habían pasado desde la primera vez que hooks publicó un libro teorizando sobre la triple segregación -de raza, de clase y de género- que había sufrido en sus carnes ('Ain't I a woman? Black woman and Feminism', de 1981) cuando apareció en Estados Unidos la obra que, 17 años más tarde (¡17 años más tarde!), se acaba de publicar en castellano: 'El feminismo es para todo el mundo', 19 capítulos que abordan cuestiones como mujer y empleo, raza y género, el matrimonio y las relaciones de pareja, la educación feminista, la imposición de los cánones de belleza o la masculinidad feminista. Un libro con dos objetivos fundamentales: eliminar prejuicios en torno al feminismo y sacarlo de la academia para hacerlo llegar a las mujeres de la calle, ya que hasta entonces parecía una lucha exclusiva de las mujeres blancas burguesas, que rechazaban incluir el componente racial y el de clase en su reivindicación, pues creían que la descafeinaba.

 Y no solo a ellas. El título del libro hacía (hace) una llamamiento claro: el feminismo es un grito contra la opresión, y los hombres deben conocer y secundar este movimiento no solo porque les hará tomar conciencia de su responsabilidad en el sexismo, sino también porque ellos mismos son víctimas del sistema. Hooks no se cansa de repetir que la lucha debe ser conjunta porque el enemigo de la mujer no es el hombre, sino el patriarcado, de cuyo yugo él tampoco escapa.

 

¿REFORMISTAS O RADICALES?

La mirada de hooks se posa también sobre el propio movimiento: sobre la forma en que algunas mujeres perpetúan el machismo, sobre la necesidad de detectar -y comprender y denunciar- qué otras discriminaciones se superponen a la de ser mujer, sobre la diferencia entre las feministas reformistas, las que solo aspiran a alcanzar las cotas de poder de los hombres, y las radicales, las que tienen claro que «nunca van a conseguir la igualdad dentro del patriarcado supremacista blanco existente», escribe la activista. Las que no propugnan un feminismo antihombres, sino antiinjusticias. Curiosamente, las que suelen llevarse, hoy y aquí, el apelativo 'feminazis'. Las que más miedo dan al sistema. Os suena, ¿no?

 Porque el libro de hooks no solo habla de lo que pasaba en Estados Unidos hace 50 años: por desgracia, hace 20 años estaba hablando de hoy. No de allí, entonces, con ellas. De aquí, ahora, con todos. 

Imma Muñoz, oNbarcelona, elperiodico.com

foto bell hooks. GETTY

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