La realidad incomoda, porque casi siempre pone en duda nuestras convicciones. No es como esas redes sociales en las que seguimos solo a aquellos que piensan como nosotros. Y a los que no lo hacen, los bloqueamos. La realidad no entiende de bloques, de apriorismos ni de trincheras. Pero nos importa más bien poco. Preferimos engancharnos a lo que no nos sacude de nuestra zona de confort ideológico y social. Aun sospechando que no es la realidad, nos agarramos a la frase hecha y al prejuicio para no tener que bajarnos del burro. Es más fácil aceptar el eructo del cuñado en la sobremesa que entender que la realidad es mucho más complicada.
Omar
El caso de Omar, el adolescente que llegó solo a España y que presuntamente se ha suicidado después de que las autoridades lo declararan mayor de edad, no solo es la constatación del estrepitoso fracaso de unas instituciones y de una sociedad en su conjunto. Es también la demostración de que con los menores extranjeros no acompañados (menas) todos nos hemos comportado como unos miserables.Unos, criminalizándolos y atribuyéndoles los males de la inseguridad ciudadana cayendo en el más abyecto pozo del racismo. Otros, no queriendo aceptar que la situación y la vulnerabilidad de esos menores exige una atención especial y desacomplejada en las que se impliquen todas las administraciones y que incluya el crítico tránsito a la mayoría de edad, que suele desembocar en el abandono.
Son menores, son niños. Han venido solos huyendo de la miseria o del horror, cuando no de ambas cosas a la vez. Esperan encontrar aquí algo parecido a un futuro. Y lo que han encontrado ha sido recelo, desamparo, desinterés y rechazo. Sí, es demasiado complicado para que le prestemos atención armados solo con una simple respuesta.
Bernat Gasulla
elperiodico.com
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