Rokovoko. Una isla muy lejana hacia el oeste y el sur. No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca. Hernan Melville.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Los riesgos del feminismo chic

La autoconfianza que se vende a las mujeres no reduce la desigualdad, dice la socióloga Rosalind Gill.

Rosalind Gill, socióloga y profesora de la City University of London analiza críticamente cómo el neoliberalismo intenta rebajar la carga política del movimiento feminista, que es la igualdad.

 Camisetas con mensajes feministas, series de televisión, actrices y modelos hablando de igualdad, historias de mujeres en los medios de comunicación. Rosalind Gill, profesora de Sociología (City University of London), ha estado esta semana impartiendo un seminario en la Universitat Pompeu Fabra y en conversación con este diario analiza con mirada critica el momento actual del feminismo o, más bien, de lo que se intenta vender como feminismo: “Parece que está en todas partes –indica– pero al mismo tiempo soy crítica y estoy preocupada porque me da la sensación de que es un feminismo que se ha vaciado de contenido”.

Se le ha vaciado de su carga política, reflexiona, y la carga política es la esencia fundamental del feminismo entendido como la lucha para lograr la igualdad real entre hombres y mujeres. Gill observa y analiza la sociedad neoliberal actual donde el feminismo que se vende se ha vuelto chic y popular. Triunfa el mensaje de “yo puedo” de las mujeres que, a su entender, esconde, como se verá, un énfasis en el repliegue individual que relega su leitmotiv de lucha colectiva y cambio social.
El feminismo, dice, ha tenido y tiene un gran auge en todo el mundo. Ha dado la cara contra la misoginia de Trump, ha surgido el movimiento MeToo. Pero a la vez se ha cogido la parte superficial de este movimiento, descargándolo de su radicalismo, de la fuerza política a la que se hacía referencia.

AUMENTO PREOCUPANTE

“Se multiplica el discurso del odio contra ellas, la misoginia se expande”

“Nos llegan más los discursos de las ceremonias de los Oscar, que los de la calle”, comenta. Una radiografía de la sociedad actual y de la situación de las mujeres en las que observa que en algunos ámbitos la situación está empeorando. Está aumentando la violencia contra las mujeres, subraya, mientras las detenciones y las condenas por violación están descendiendo.
En un contexto generalizado de políticas de austeridad en el que denuncia que afectan sobre todo a las mujeres y los niños. Recortes en los servicios sociales, en las medidas para hacer frente a la violencia de género, para las casas de acogida de las mujeres que necesitan escapar. “Por eso –dice- resulta paradójico ver esta especie de feminismo reluciente, mientras pasan todas estas cosas”.
Se cruza en este contexto lo que considera un “aumento dramático” de la misoginia, “del discurso del odio contra las mujeres”. La nueva preeminencia cultural del feminismo no está disminuyendo la misoginia, son dos movimientos que coexisten. Por ello, considera que se debe hacer una reflexión sobre la veloz intensificación de la misoginia. “En el Reino Unido –explica– tenemos una epidemia del discurso del odio contra las mujeres periodistas”. En el diario The Guardian , explica, se hizo un análisis sobre los mensajes y comentarios que reciben los periodistas y se vio como los de contenido amenazante los reciben casi en exclusiva las mujeres.

El CONTROL DE LA MENTE

“Las apps sobre resiliencia o confianza culpan a las mujeres de no avanzar”

¿Hay un movimiento orquestado para combatir la igualdad? Rosalind Gill no cree que haya una conspiración en el sentido estricto de la palabra, pero sí un grupo de fuerzas que trabajan en este sentido. Que políticos de la referencia mundial como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hable de agarrar a las mujeres por el coño configura el mensaje de que se puede hablar así sobre ellas. Y hay movimientos como el Alt-Right que sí tienen una agenda sistemática de persecución del feminismo.
El análisis de esta profesora de sociología pone el foco también en el cuerpo de la mujer entendido cada vez más como una fuente de valor que requiere de una constante auto-vigilancia multiplicada hoy en día con las apps de belleza que se descargan a millones. La presión se ha intensificado y extendido a todas las partes del cuerpo y a todas las edades. Y, lo que preocupa más a esta analista, son las apps que intentan controlar la salud mental de las mujeres.
Con respecto la apariencia física, Rosalind Gill expone la paradoja del momento actual en el que se pone el acento en el éxito profesional de las mujeres, en las vías para llegar a la cumbre, mientras del mismo modo se amplia la constante erosión en torno a su apariencia. Fotos y apps que indican dónde hay que ponerse bótox, que partes podrían operarse. Es una fuente de sometimiento, de angustia interior.

EL CUERPO

“Se ha multiplicado el control sobre el aspecto físico, que genera malestar interior”

Pero como se indicaba, uno de los grandes focos de atención de las investigaciones de Gill es el intento del control sobre la salud mental de las mujeres. Se multiplican las aplicaciones dirigidas en teoría a aumentar la autoestima de las mujeres, la confianza, la resiliencia, el pensamiento positivo. Son formas de tenerlas controlándose ellas mismas, recomendándoles una especie de limpieza interior.
En vez de analizar la sociedad, entender que en la mayoría de ocasiones es esta sociedad patriarcal, este sexismo institucionalizado el que no permite avanzar, se pone el foco en la culpa de la mujer como diciendo “si no prosperas es por falta de auto-confianza”.

FEMINISTAS

“Tiene un gran auge, logra grandes cosas, pero a la vez se le quita la fuerza política”

Este bombardeo de cómo esforzarse para tener un “pensamiento positivo” priva a las mujeres de expresar su rabia, su tristeza. Se convierte todo lo que sucede en algo individual, olvidando las causas sociales, apartándolas, al fin y al cabo, de la posibilidad de salir a la calle a cambiar las cosas.
El análisis es crítico pero no pesimista, dice. El activismo en contra del cambio climático, donde confluye también el feminismo, le da motivos para pensar que las cosas pueden cambiar. Desvelar lo que falla es el paso fundamental para combatirlo.

Cristina Sen, lavanguardia.com

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