La autoconfianza que se vende a las mujeres no reduce la desigualdad, dice la socióloga Rosalind Gill.
Rosalind Gill, socióloga y profesora de la City University of London analiza críticamente cómo el neoliberalismo intenta rebajar la carga política del movimiento feminista, que es la igualdad.
Camisetas con mensajes feministas, series de televisión, actrices y modelos hablando de igualdad, historias de mujeres en los medios de comunicación. Rosalind Gill, profesora de Sociología (City University of London), ha estado esta semana impartiendo un seminario en la Universitat Pompeu Fabra y en conversación con este diario analiza con mirada critica el momento actual del feminismo o, más bien, de lo que se intenta vender como feminismo: “Parece que está en todas partes –indica– pero al mismo tiempo soy crítica y estoy preocupada porque me da la sensación de que es un feminismo que se ha vaciado de contenido”.
Se le ha vaciado de su carga política, reflexiona, y la
carga política es la esencia fundamental del feminismo entendido como la
lucha para lograr la igualdad real entre hombres y mujeres. Gill
observa y analiza la sociedad neoliberal actual donde el feminismo que
se vende se ha vuelto chic y popular. Triunfa el mensaje de “yo puedo”
de las mujeres que, a su entender, esconde, como se verá, un énfasis en
el repliegue individual que relega su leitmotiv de lucha colectiva y
cambio social.
El feminismo, dice, ha tenido y tiene un gran auge en todo
el mundo. Ha dado la cara contra la misoginia de Trump, ha surgido el
movimiento MeToo. Pero a la vez se ha cogido la parte superficial
de este movimiento, descargándolo de su radicalismo, de la fuerza
política a la que se hacía referencia.
AUMENTO PREOCUPANTE
“Se multiplica el discurso del odio contra ellas, la misoginia se expande”
“Nos llegan más los discursos de las ceremonias de los Oscar,
que los de la calle”, comenta. Una radiografía de la sociedad actual y
de la situación de las mujeres en las que observa que en algunos ámbitos
la situación está empeorando. Está aumentando la violencia contra las
mujeres, subraya, mientras las detenciones y las condenas por violación
están descendiendo.
En un contexto generalizado de políticas de austeridad en
el que denuncia que afectan sobre todo a las mujeres y los niños.
Recortes en los servicios sociales, en las medidas para hacer frente a
la violencia de género, para las casas de acogida de las mujeres que
necesitan escapar. “Por eso –dice- resulta paradójico ver esta especie
de feminismo reluciente, mientras pasan todas estas cosas”.
Se cruza en este contexto lo que considera un “aumento
dramático” de la misoginia, “del discurso del odio contra las mujeres”.
La nueva preeminencia cultural del feminismo no está disminuyendo la
misoginia, son dos movimientos que coexisten. Por ello, considera que se
debe hacer una reflexión sobre la veloz intensificación de la
misoginia. “En el Reino Unido –explica– tenemos una epidemia del discurso del odio contra las mujeres periodistas”. En el diario The Guardian ,
explica, se hizo un análisis sobre los mensajes y comentarios que
reciben los periodistas y se vio como los de contenido amenazante los
reciben casi en exclusiva las mujeres.
El CONTROL DE LA MENTE
“Las apps sobre resiliencia o confianza culpan a las mujeres de no avanzar”
¿Hay un movimiento orquestado para combatir la
igualdad? Rosalind Gill no cree que haya una conspiración en el sentido
estricto de la palabra, pero sí un grupo de fuerzas que trabajan en este
sentido. Que políticos de la referencia mundial como el presidente de Estados
Unidos, Donald
Trump, hable de agarrar a las mujeres por el coño configura el
mensaje de que se puede hablar así sobre ellas. Y hay movimientos como
el Alt-Right que sí tienen una agenda sistemática de persecución del feminismo.
El análisis de esta profesora de sociología pone el foco
también en el cuerpo de la mujer entendido cada vez más como una fuente
de valor que requiere de una constante auto-vigilancia multiplicada hoy
en día con las apps de belleza que se descargan a millones. La presión
se ha intensificado y extendido a todas las partes del cuerpo y a todas
las edades. Y, lo que preocupa más a esta analista, son las apps que
intentan controlar la salud mental de las mujeres.
Con respecto la apariencia física, Rosalind Gill expone la
paradoja del momento actual en el que se pone el acento en el éxito
profesional de las mujeres, en las vías para llegar a la cumbre,
mientras del mismo modo se amplia la constante erosión en torno a su
apariencia. Fotos y apps que indican dónde hay que ponerse bótox, que
partes podrían operarse. Es una fuente de sometimiento, de angustia
interior.
EL CUERPO
“Se ha multiplicado el control sobre el aspecto físico, que genera malestar interior”
Pero como se indicaba, uno de los grandes focos de
atención de las investigaciones de Gill es el intento del control sobre
la salud mental de las mujeres. Se multiplican las aplicaciones
dirigidas en teoría a aumentar la autoestima de las mujeres, la
confianza, la resiliencia, el pensamiento positivo. Son formas de
tenerlas controlándose ellas mismas, recomendándoles una especie de
limpieza interior.
En vez de analizar la sociedad, entender que en la mayoría
de ocasiones es esta sociedad patriarcal, este sexismo
institucionalizado el que no permite avanzar, se pone el foco en la
culpa de la mujer como diciendo “si no prosperas es por falta de
auto-confianza”.
FEMINISTAS
“Tiene un gran auge, logra grandes cosas, pero a la vez se le quita la fuerza política”
Este bombardeo de cómo esforzarse para tener un
“pensamiento positivo” priva a las mujeres de expresar su rabia, su
tristeza. Se convierte todo lo que sucede en algo individual, olvidando
las causas sociales, apartándolas, al fin y al cabo, de la posibilidad
de salir a la calle a cambiar las cosas.
El análisis es crítico pero no pesimista, dice. El
activismo en contra del cambio climático, donde confluye también el
feminismo, le da motivos para pensar que las cosas pueden cambiar.
Desvelar lo que falla es el paso fundamental para combatirlo.
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